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¿Sabes cuál es el origen de la figura del procurador? Todo comenzó en la Antigua Roma, donde trabajaban junto al cognitor, el representante procesal principal. Los procuradores eran los administradores generales del patrimonio del dominus, cuya función era gestionar todos los asuntos en nombre de otro, incluida la representación de otra persona en un juicio cuando se encontraba ausente. Lo habitual en acudir al procurador ad litem, ya que para el cognitor estaban reservados los casos de más solemnidad. Entre ambas figuras existía un contrato de mandato que exigía el pago de un salario.
Durante el reinado de Alfonso X se mantuvieron parte de las leyes visigodas y el procurador se pasó a llamar personero. Este se encargaba de seguir un pleito en lugar de su dueño, para lo que se le otorgaba ese poder. Con él podía realizar todas las acciones necesarias para que se llevara a cabo la tarea encomendada. Podía pedir consejos, solicitar la ayuda de un abogado, etc. En esa época se incorporó también la figura del vocero, cuyas labores son equiparables a las del actual letrado. Los dos cargos, por lo tanto, personero y vocero eran compatibles y se complementaban.
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